HISTORIA DEL FUTBOL URUGUAYO EN DIARIO URUGUAY.
Para entender los orígenes del fútbol en el Uruguay, hay que remontarse dos siglos atrás, rememorando la intentona del Imperio inglés por dominar los territorios de lo que luego se llamaría la Cuenca del Plata. La invención de la máquina de vapor en 1769 convirtió a Inglaterra en la dueña del mundo. Aquella sociedad emanada de la Revolución Industrial se urbanizó y los confines imperialistas se extendieron, extrayendo de sus colonias la materia prima para esa industrialización, y llevándole a cambio productos manufacturados, pero también hábitos y costumbres.
De ahí que se infiera que el deporte moderno, que tuvo sus antecedentes más recónditos en la Grecia clásica, sea hijo de ese proceso económico que se genera a partir del llamado “maquinismo”. El deporte surge como una respuesta a la situación a que se veía sometido el ser humano por los progresos del modernismo. Se relaciona estrechamente con recreación al aire libre, recuperación luego de las largas y no reglamentadas jornadas de trabajo, salud y la posibilidad de llegar al bienestar social, asignatura pendiente en esos tiempos.
El Río de la Plata, aquella zona marginal del imperio español, tenía dos elementos que a Inglaterra mucho le interesaban: su riqueza pecuaria y la ubicación geográfica ideal para ser zona de entrada del comercio sudamericano. Después de los fracasos de Buenos Aires y Montevideo en 1806-7, Inglaterra comprendió que no era necesario que en esos cabildos flameara su bandera. Alcanzaría con dominar sus negocios para
dominar el destino de esos pueblos. En definitiva, esa inteligente estrategia británica no sólo le permitió engrosar sus arcas, sino que también le facilitó la trasmisión de pautas culturales que quedarían marcadas a fuego y por siempre en las futuras naciones rioplatenses.
Los historiadores del deporte uruguayo José Luis Buzzetti y Eduardo Gutiérrez Cortinas hacen referencia a que ya en épocas de las invasiones inglesas, a principios del siglo XIX, los ingleses jugaban en las que hoy son capitales del Plata al cricket, el que nunca pasó de ser una diversión de los ingleses, jugado en las quintas a nivel familiar o en grupo de amistades. No llamaba la atención del criollo.
En 1837 asume la corona una princesa que en su reinado transformaría a Inglaterra en un territorio aún más grande que la antigua Roma. La Reina Victoria, que gobernara hasta 1901- la friolera de sesenta y cuatro años –le dio esplendor a un imperio y nombre a varias instituciones.
En diciembre de 1842 se constituye el Victoria Cricket Club, considerado por Buzzetti y Gutiérrez Cortinas como “el primer club deportivo que tenía resonancia pública”, y del que se tiene noticia a través de la prensa de la época. Ubicado en la costa oeste montevideana, entre los arroyos Miguelete y Pantanoso, habría albergado, al decir de ambos estudiosos, “el primer campo de deportes del país”. Fue también uno de los primeros de su tipo en el todo el continente.
Breve duración tuvo esta iniciativa. La Guerra Grande estaba en ciernes, y en febrero de 1843 las fuerzas del General Manuel Oribe ponían sitio a Montevideo.
La aparición de la pelota
Si algo consiguió la Guerra Grande fue que la influencia económica inglesa se afincara en nuestro suelo. La libre navegación de los ríos de la cuenca platense, principal motivo de intervención británica, tanto militar como diplomática, permitió al imperio utilizar la región como vía de ingreso de manufacturas.
En este contexto, el puerto de Montevideo cobra especial importancia. El historiador Andrés Morales señala que “el bloqueo del puerto de Buenos Aires por parte de la escuadra franco-inglesa” durante buena parte de la Guerra Grande, provocó “un aluvión de exiliados, ya en la década del treinta. Esto tendrá grandes repercusiones en el deporte; al estar Buenos Aires bloqueado, será Montevideo el primer gran centro de inversiones en el Río de la Plata, y estos inversores traerán en sus valijas llenas de libras también los primeros instrumentos deportivos”.
Venían a trabajar en la construcción de usinas y en el tendido de vías férreas o de tranvías. Introdujeron palos bateadores de cricket, zapatos de fútbol y lo más importante: la pelota de cuero. Seguramente algún tripulante de los barcos que llegaban a nuestro puerto bajó con ese extraño objeto esférico (para los nativos) bajo el brazo, y ni que hablar que algún otro la habrá hecho picar por primera vez en suelo oriental en una especie de “bautismo”.
El recordado periodista Nilo J. Suburú, ironizando con aquello de que los hombres de mar tienen “en cada puerto un amor”, afirmó que “En el siglo XIX, para los marinos de S.M. Británica regía el principio de “en cada puerto… un partido de fútbol””.
Los marineros fueron los primeros difusores del fútbol en el Uruguay. Cabe recordar que la palabra deporte tiene origen en “s-port”, que significa “fuera de puerto”. También en el lenguaje futbolístico actual subsisten términos marítimos, como escuadra, capitán, piloto y artillero.
De los buques (“Bombay”, “Sharpehooter”, Retribution” y “Basilisk” fueron algunos de ellos), los “ingleses locos” bajaban en lanchones- aún no se había construido el puerto moderno -hacia la zona actual de la Aguada, a Bella Vista (hoy Bulevar Artigas y Capurro), a Guruyú, junto a la antigua Universidad (en la Ciudad Vieja) o a la Punta de las Carretas, en la que desde 1876 se erigía el Faro. Fueron los primeros sitios futbolísticos en la capital uruguaya.
Los hermanos Juan Antonio y Mateo Magariños Pittaluga, en 1942 en su obra “Del fútbol heroico”, dicen haber visto en Punta Carretas a unos “tipos curiosos, aquellos seres, bigotudos unos, patilludos otros y algunos adornados por luengas barbas, vestían camisetas de colores increíbles y chillones, pantalones que les llegaban hasta debajo de las rodillas, (…); sentenciando luego: “ (…) era verdaderamente una cosa de locos, eso de pasarse las horas dando patadas a la pelota, cosa sin gracia y sin elegancia (…)”.
El recordado periodista César L. Gallardo recuerda “las andanzas de “aquellos ingleses locos que corrían detrás de una pelota grande en paños menores”. Más de alguna “mamá” encorsetada obligaría sin duda a su “quinceañera” celosamente cuidada, a desviar la vista para no ofender la pudibundez de la niña …”.
Al decir de Gallardo, el fútbol “es seguramente la expresión más pura de esa imperialismo que nos dio una patria con Lord Ponsomby y una riqueza representada por la rubia esterlina, (…)”.
En los primeros tiempos, el papel de los criollos no pasaba del de mero espectador. Eso irá cambiando, en la medida en que distintas instituciones inglesas introducían ese “raro” deporte en nuestra sociedad.
Colegios y clubes como importantes difusores
La abundante inmigración de hijos de la “Rubia Albion” producida por la instalación aquí de sus frigoríficos, bancos, companías de seguros y de servicios; provoca, lo que la antropóloga Florencia Faccio explica como “la necesidad de unificación entre pares que llegaban hasta estas latitudes”. Agrega la investigadora que “comienzan a fundar clubes y colegios para frecuentarse y poder compartir y retroalimentar su cultura, trasmitiéndola a las nuevas generaciones nacidas en este país”.
Se constata la presencia de casas de estudios británicas incluso antes de la Guerra Grande, más concretamente el Colegio Inglés y en 1845, en la ciudad sitiada, el Seminario Inglés. Pero los dos fundamentales en el desarrollo del fútbol serán “The English High School”, fundado en 1874, y “The
British School” (1885).
En el primero fue director Henry Castle Ayre, gran impulsor del deporte y sobre todo del fútbol (en los campos de Punta Carretas) entre su alumnado, con el apoyo del maestro de inglés William Leslie Poole, que fuera jugador del Albion, el primer club de fútbol del país, socio del Central Uruguay Railway Cricket Club y presidente en 1901 de la Liga Uruguaya de Football.
En el segundo el director era Thomas Jefferies Ashe, que fomentó en gran forma la práctica del deporte, acorde con modernos métodos pedagógicos en boga en su país por entonces. También tuvo destacada actuación en los dos primeras instituciones que practicaron fútbol en territorio uruguayo.
Con respecto a los clubes, el más antiguo del país es el Montevideo Cricket Club, fundado el 18 de julio de 1861 por un grupo de ingleses vinculados a la actividad bancaria y comercial de las más variadas extracciones, tanto francmasones como protestantes vinculados al Templo Inglés, erigido hacia 1845.
Se estableció en la zona de La Blanqueada, sobre la Avenida 8 de Octubre, en donde hace un siglo se levanta el Hospital Militar. Según cuenta Franklin Morales, la cancha se trataba de “una hectárea rodeada de cercos, un pequeño palco, un rancho que servía de vestuario y una carpa blanca donde se servía el té (…)”. Bien a la inglesa. Se le conocía como el “English Ground”.
Es considerado el primer campo de fútbol que existió en el país, funcionando hasta 1889 como tal hasta que tuvo que dejar esos terrenos que fueron expropiados para la construcción del nosocomio central de las Fuerzas Armadas. Era habitual ver por allí a los alumnos del British School. El club se mudó entonces muy cerca, a las hoy Luis Alberto de Herrera y Cardal.
Sólo admitía socios que hablaran inglés, y del mismo modo que había un club en Montevideo, también existían en Buenos Aires, Rosario y otras ciudades del continente, A partir de 1868 se hizo habitual el enfrentamiento en cricket entre los ambas capitales platenses, constituyendo un antecedente de los partidos clásicos de fútbol. A partir de 1875 comienza el club a jugar al rugby y tres años más tarde el fútbol, el que impulsa hasta 1895, cuando lo deja de practicar.
En 1874 un grupo de socios del “Cricket” funda el Montevideo Rowing Club, presidido por Samuel Fischer Lafone, el que quizás sea el más importante hombre de negocios británico llegado a estas costas en la centuria decimonónica. Dedicado al remo y la natación, al ser más conocidos esos deportes por la población, cobijó rápidamente a un gran contingente local, para lo que se sumó el estar ubicado en el puerto, que le otorgó un carácter más cosmopolita y abierto.
En virtud de estas característica, en este club fue creciendo una corriente deportiva criolla, que se enfrentaría a la inglesa, a través de la competencia con la institución pionera del deporte del país. Es el
principal antecedente de una rivalidad entre lo nativo y lo extranjero.
Casi hasta fines de siglo, ya que el “Rowing” también abandonó el fútbol en 1894, constituyó el primer enfrentamiento clásico. Ambas instituciones fueron protagonistas de los albores del deporte más popular de los uruguayos.
Colegios y clubes ingleses, junto a los enfrentamientos con las tripulaciones de los barcos que llegaban a nuestro puerto, constituyen las tres vías de difusión del fútbol en la sociedad uruguaya.
Primer partido y primeras crónicas.
Resultaría imposible determinar con total certeza cuando se realizó el primer partido de fútbol en tierras charrúas. Es claro que los diarios no tenían aún secciones especializadas- las actividades deportivas de los ingleses eran llamadas “picnic” -y que la información de que se dispone es fundamentalmente oral.
La fecha más aceptada para nuestro país es la de octubre de 1878, cuando en el “English Ground” se jugaron dos partidos entre uruguayos, ingleses e hijos de ingleses residentes en Montevideo; y equipos de marineros también británicos.
El relato es de uno de los protagonistas de esos “matchs”, Pedro Campbell Towers, que cuenta que el primero “resultó empatado y en el segundo ganaron los uruguayos”. Nótese que Campbell (que fuera
funcionario del Banco Real de Canadá y secretario del Montevideo Cricket Club) habla de “uruguayos”, cuando la mayoría de su “team” eran, sin duda, británicos.
Los archivos del Montevideo Rowing consignan que en 1880 se realizaron los “Juegos Atléticos en La Blanqueada”, en los cuales había una disciplina deportiva llamada “patear el balón” (dropkicking de football).
En ese mismo año una crónica del diario “El Siglo”, fechada el 27 de agosto daba cuenta de un partido jugado en el campo de La Blanqueada: “Se trataba de un espectáculo nuevo para nuestras distracciones; extraño para nuestros hábitos y originalísimo para el carácter de nuestras recreativas costumbres”. Prosigue comentando que se trataba de “uno de los ejercicios más varoniles, más atléticos y más violentos que pueden inventarse en medio de la cultura social de un pueblo”. Con respecto a los jugadores, los aprecia como “Individuos vestidos con los trajes menos elegantes y adornados con los más caprichosos colores, (…)”, y que “(…), saltaban, corrían, se cruzaban en todas direcciones”.
El enfrentamiento entre los dos clubes no se haría esperar. Por rigurosa nota el “Rowing” invita en mayo en 1881 al “Cricket” a medir sus fuerzas, el 6 de junio siguiente en La Blanqueada. La crónica de “El Eco del Montevideo Rowing” se constituye en la primera de un partido de fútbol en tierras celestes y la publicación en la pionera de su tipo. A pesar de la lluvia- se registró una “concurrencia bastante numerosa”, con la presencia de “distinguidas señoritas”, que realzaron “con su belleza el interés de la lucha”. Ganó el locatario por uno a cero.
En el perdedor alinearon casi todos apellidos ingleses (Dixon, Walker, Mac Coll, Hughes, MacEachen, Mackinon) y hasta alguno que luego figurará entre los principales impulsores del fútbol en nuestro país, como Harley.
Destaca a los jóvenes Wilson y Vivas (“Que por primera vez tomaban parte de este juego”) y el estado de la cancha: “El piso estaba muy húmedo y poco apto para el caso”. Se iniciaba así una rivalidad que tendrá insospechada proyección en la difusión del fútbol en el Uruguay.
La expansión institucional del deporte
Consigna Florencia Faccio que “Para 1876 comienza la importación del material ferroviario con el objetivo de mejorar las comunicaciones entre Montevideo y el interior, pues las mismas se realizaban por diligencia, caballos o carretas tardando un promedio de una semana para llegar a destino”.
En marzo de ese año asumió el poder el Coronel Lorenzo Latorre. Del período latorrista es el Decreto-Ley de Educación Común de José Pedro Varela, del 24 de agosto de 1877. Desde sus primeros escritos, el reformador había impulsado la inclusión obligatoria de la gimnasia escolar en la enseñanza, en el camino de mejorar la salud física de la población y formar al niño en cuerpo y mente.
La Universidad de la República, nacida en 1849, no podía mantenerse ajena a este movimiento.
La gran reforma promovida por el Rector Alfredo Vázquez Acevedo en 1885, incluye por primera vez la práctica de ejercicios físicos.
En 1893, previo a un partido entre los clubes Defensa y Universitario, pronunció un discurso señalando que “…el football sustituiría al antiguo método de gimnasia”, añadiendo luego que “traería grandes beneficios y demostraría que la raza latina puede en un futuro parangonarse con la raza sajona, que hoy por hoy, es más poderosa que la nuestra”. Premonitorio, sin duda.
Vásquez Acevedo cumpliría pocos años después un papel fundamental, desde el entonces nuevo (Y hoy lamentablemente ruinoso) edificio de la Universidad, en Sarandí y Patagones- actual Juan Lindolfo Cuestas –en la fundación de una de las instituciones grandes de nuestro país, el Club Nacional de Football.
En 1889 comenzaron los enfrentamientos entre selecciones de ambas capitales del Plata, integradas por jóvenes de origen británico, pero que igualmente deben considerarse como los primeros de ese tipo. El
“Buenos Aires Team” triunfó en ese primer encuentro por tres a cero en La Blanqueada sobre el “Montevideo Team”, en el que había jugadores del “Rowing” y del “Cricket”, como el caso de Poole.
Las canchas de fútbol empezaron a nacer en todo lugar descampado, alcanzando el Parque Rodó, la Quinta de Pereira (junto al Campo del Chivero, en donde luego se levantó el Estadio Centenario), Reducto, Prado y otros rincones capitalinos.
Pero la expansión también alcanzaba al Interior. Buzzetti y Gutiérrez Cortinas señalan que “el fútbol se practicaba ya a fines del siglo XIX en muchos lugares de tierra adentro, preferentemente en el Litoral”.
Se explica por la presencia inglesa en la actividad ganadera y frigorífica, con neta influencia de la zona
argentina de Entre Ríos. Los puertos desde Colonia a Salto fueron una vía de ingreso del fútbol, sin pasar por la capital del país y en contacto directo con Buenos Aires. Por eso no extraña que posteriormente
canchas de distintas capitales litoraleñas tomen el nombre de antiguos empresarios, como Liebig en Fray
Bentos o Dickinson en Salto, éste último en homenaje a los hermanos Charles, Edgard, Alfred y George,
que tuvieran destacado pasaje por el “Belgrano” de Buenos Aires.
El fútbol se fue transformando en el deporte uruguayo por excelencia. Y los criollos empezaron a pensar en formar sus propios equipos, para oponerse desde un principio a las formaciones de los que lo habían importado.
César L. Gallardo reflexiona refiriéndose a la década del ochenta que “Diez largos años se viven entonces, manteniéndose el fútbol en estado de larva. Le falta el calor de pueblo, el mismo que lo había impulsado en su pueblo de origen, en el que había sido el refugio y diversión de los obreros de los talleres que iban forjando la grandeza ecuménica de Inglaterra”.
Un hecho alejado de la práctica del fútbol marca el camino hacia la definitiva participación de los criollos en la actividad deportiva. Desde 1880 en forma anual se celebraba una regata con la participación de ingleses y orientales. Estos últimos, que generalmente resultaban derrotados, reclamaban que los estatutos de la entidad organizadora de la actividad, el Montevideo Rowing Club, les permitieran acceder a la dirección.
En 1888 la competencia la ganó el “four” nativo, lo que provocó un movimiento de escisión dentro de la masa asociada. El 5 de mayo de ese año nació el Club Nacional de Regatas. La nueva institución era una expresión de independencia nativa frente al marginamiento inglés. Será un punto de partida de la incorporación masiva del uruguayo a la actividad deportiva, también la futbolística.
En un país que se encaminaba al modernismo de la mano del capital inglés, y que ingresaba, al período civilista con Julio Herrera y Obes, bien puede decirse, y volvemos a Buzzetti y Gutiérrez Cortinas, que en 1890 nace el deporte nacional.
Y en la rivalidad con el británico será el caldo del cultivo para el nacimiento de instituciones nacionales, generando un antagonismo que marcará la historia del que luego sería nuestro deporte más importante.
Albion, el verdadero decano
En “El Libro del Centenario del Uruguay (1825-1925), vemos que aquel “juego de los ingleses” empieza en la década del noventa del siglo XIX a ser practicado por apellidos latinos. “Era que el football había abandonado ya su círculo restringido y comenzaba a entrar en el corazón del pueblo uruguayo”, sentenciaba el trabajo citado, dejando de ser un deporte “limitado y exótico”.
Claro que serían fundamentales las enseñanzas de Mr.Poole. En ese momento toma protagonismo uno de sus alumnos en el “English High School”. Nacido en 1873 en Montevideo, de padre brasileño (de ascendencia alsaciana) y madre inglesa, Enrique Lichtenberger trabajaba en un comercio británico, alcanzando con el tiempo encumbradas responsabilidades.
Aquel joven de sólo dieciocho años, envió en mayo de 1891 invitaciones manuscritas a varios ex compañeros y amigos, para crear un club verdaderamente de fútbol. La mayoría aceptó el desafío y así fue nació el “Football Association”, primer club uruguayo fundado para su práctica, nacido el 1° de junio de ese año. El debut del equipo se produjo el 2 de agosto de ese año ´91 ante un equipo del Montevideo Cricket, que resultó vencedor por tres goles a uno, en La Blanqueada.
No tenía mucho sentido que el club se llamara como el deporte que practicaba. Por eso en una asamblea el 21 de setiembre de ese año en la Barraca Inglesa se propuso el nombre de Albion Football Club. Respondía a la nación cuna del fútbol moderno y los colores serían celeste y blanco, como los de la bandera uruguaya, lo que era más coherente con la finalidad de la fundación. En marzo de 1895 Albion autorizó el ingreso de extranjeros, para el refuerzo de Poole, y en esa misma asamblea cambiaría sus colores por los británicos azul marino y rojo. Este cambio afectaría la existencia de una institución que dejaría de funcionar durante un período. Muchos no vieron con buenos ojos volver al culto “de lo inglés”.
Una contraofensiva sobre rieles
Entre tanto se seguían disputando aquellos partidos anuales rioplatenses, que habían dado inicio en 1889. Al año siguiente volvieron a enfrentarse, más concretamente el primer día de junio, en Hurlingham, Buenos Aires, y la victoria volvió a corresponder los “argentinos”, por dos a uno. El tanto visitante lo convirtió Henry Stanley Bowles, que en aquel equipo figura como el “número 10”, teniendo en cuenta las alineaciones de entonces. Es considerado el primer gol uruguayo en el plano internacional.
Había venido en 1890 a Montevideo, con sólo diecinueve años, habiendo ya jugado al fútbol en su Inglaterra natal. En la actividad laboral, llegó a ser contador del London and Brazilian Bank. Murió en agosto de 1899, mientras jugaba un partido en Punta Carretas y al desencadenarse un temporal, el viento derribó los vestuarios, muriendo Bowles aplastado por la mampostería.
Ese año también comenzaba a gestarse la idea de un club, en un principio de cricket, en el seno de una compañía inglesa que explotaba servicios ferroviarios en el país, cuyos depósitos y talleres se ubicaban en la Villa Peñarol.
Por aquel 1891 el Uruguay recién salía del período militarista y sentía los efectos de la crisis económica del ´90, provocada por la quiebra de la importante casa Baring Brothers, con sede en la capital británica.
Gobernaba desde marzo de 1890 Julio Herrera y Obes, quien alguna vez en rueda de amigos dijo sentirse “como el gerente de una gran empresa cuyo directorio está en Londres”. No estaba muy errado, porque el nuestro era el país con más inversiones inglesas per cápita del mundo entero.
En 1878 la empresa de trenes tomó el nombre “Central Uruguay Railway Company of Montevideo”, adquiriendo en 1884 veinte hectáreas en la zona de Peñarol. ¿De donde proviene el nombre? En 1765, había llegado a tierras uruguayas, proveniente del Piamonte italiano, Juan Bautista Crosa, que se instaló como pulpero en la zona. Crosa había nacido en Pinerolo, plaza fuerte ubicada a setenta kilómetros de Turín, lo que provocó la popularización de la pulpería de “el de Pinerolo”. El uso diario llevó el nombre a Pignarol y más tarde a Peñarol.
La compañía también tenía instalaciones en la zona de Bella Vista, Agraciada y Bulevar Artigas actuales, uno de los sitios en donde primero se practicó fútbol en el Uruguay, en donde los obreros ferroviarios conocieron los primeros balones bajados de las lanchas que fondeaban en la bahía. En sus inmediaciones se había fundado en 1883 el Centro Artesano, un club social de los mismos trabajadores.
El 28 de setiembre de 1891 se reunió un grupo de empleados y allegados a la empresa, para fundar un club de deportes. Presidió la reunión Roland Moor y fue electo presidente el titular del Directorio, Frank Henderson, ausente ese día.
El Central Uruguay Railway Cricket Club adoptó el naranja y el negro, y luego el amarillo y el negro para su casaquilla, colores ferroviarios por excelencia desde 1829, cuando la locomotora de Jorge Stephenson así pintada, venció en una carrera a otras cuatro.
De los 118 fundadores, 72 eran ingleses, 45 uruguayos y 1 alemán. Además de los apellidos ingleses-Hudson, Davenport, Hopkins, Davies, Chater (que luego sería el primer presidente de Liga Uruguaya) -ya había otros de origen latino, como Cabrera, Aznárez, Nieto, Gutiérrez, Domínguez). Ya en mayo del año siguiente, el club decide sumar la práctica de fútbol a sus actividades.
Vistos ambos orígenes, la rivalidad con el Albion se caía de madura, y ya en el siglo XIX tuvo oportunidad de manifestarse en el campo de juego, antesala del antagonismo que será primordial en la nueva centuria.
Aquellos primeros “clásicos”
La práctica del fútbol tiene una explosión entre mayo y agosto de 1892, jugándose 18 partidos entre el Albion, , el C.U.R.C.C., el English School y el Montevideo C.C.,dominados con amplitud por este último, que resulta invicto después de diez confrontaciones.
Si bien Albion y el C.U.R.C.C. representaban corrientes antagónicas, ni el primero era totalmente nativo ni el segundo era absolutamente británico. Quizás allí radique la paradoja de aquellos primeros clásicos. Los enfrentamientos comenzaron el 18 de julio de 1892 en Punta Carretas, venciendo el local por tres a dos. En agosto siguiente los de Peñarol se desquitaron goleando cinco a cero.
En tanto, ambos enconados adversarios en las canchas locales seguían midiendo sus fuerzas con
tripulaciones de barcos, como una forma de afianzarse en el juego e incentivar el interés del uruguayo
por el nuevo deporte.
En el mismo año ´96 Albion obtuvo dos resonantes éxitos en Buenos Aires, que fueron los primeros triunfos internacionales interclubes, al ganar al Retiro A.C. (4-1) y al Belgrano A.C.(5-3). Mientras ambos ya esa altura tradicionales rivales se fortalecían, las dos instituciones pioneras del fútbol uruguayo abandonaban su práctica hacia fines de la centuria. Es que Albion absorbió el poderío del Montevideo Rowing, al mismo tiempo que el conjunto surgido en Villa Peñarol desplazaba al “Cricket”, sobre todo en el apoyo de la colectividad inglesa.
La preocupación por el conocimiento de las reglas de juego del fútbol lleva a su traducción, lo que fue realizado por gente del Albion en 1898. Ese mismo año el C.U.R.C.C. también hizo un tiraje de las mismas, a los efectos de que no fueran ignoradas por sus socios y masa de seguidores. Es claro que mal podría la población hacerse adicta a una expresión deportiva sin conocer sus normas.
En 1896 nace el Deutscher Fussball Club, institución de la colonia alemana, en la zona de Pocitos, y que sería fundadora de la Liga Uruguaya en el 1900. También unió su destino al de las vías, en este caso de la compañía del tranvía de caballitos de la Unión y Maroñas, que financió la adquisición de su campo de juego, ubicado en la Avenida 8 de Octubre y Jaime Cibils, nada menos que el actual Parque Central. El club dejó de existir a principios de 1909.
Ya en el 1900 hay más de ochenta clubes. Se entreveraban los apelativos nuestros con los europeos, en ese período de transición hacia la apropiación criolla del fútbol. Una de ellas estaría llamada a perpetuarse y ocupar sitiales de privilegio en el concierto local e internacional: el Club Nacional de Football.
Desde la Universidad al país
Ya habíamos hablado del papel decisivo que había tenido desde el rectorado de la Universidad de la República Alfredo Vásquez Acevedo sustituyendo “el antiguo método de la gimnasia” por ese nuevo deporte, que empezó a ser habitual en los patios de la vieja casa de estudios, en la Ciudad Vieja. Lo mismo había sucedido en Inglaterra, y de ahí que se llame “arcos” a una figura rectangular, ya que aquellos estudiantes jugaban a marcar los goles en las arcadas de los viejos claustros.
Un grupo de muchachos estudiantes de “Preparatorios”, tuvo la idea de formar un cuadro de fútbol. Algunos de esos jóvenes, como el futuro abogado Pedro Manini Ríos y el más tarde pediatra Atilio Narancio, estarían llamados a ser figuras fundamentales a nivel directriz. En torno a las mesas de un café en 18 de Julio Y Médanos (hoy Barrios Amorín) recibían verdaderas clases teóricas del nuevo deporte de parte de un empleado del Banco de Londres, Jack Ramsey, destacado jugador del Albion.
Allí una de esas tardes de los últimos años del siglo nacía el Montevideo Football Club. Casi al mismo tiempo, en la barriada de la Unión, Ernesto Caprario, Carlos Carve Urioste, Arturo Corradi y Domingo Prat, que habían pertenecido al Albion, fundaban el Uruguay Athletic Club.
Reunidos ambos grupos en la casa de Caprario en la calle Soriano N°99 (hoy 922), al lado de la actual Sala Verdi, decidieron constituir un club netamente criollo, que por propuesta del dueño de casa se llamaría Club Nacional de Football. Dos núcleos se reunían para seguir incentivando la tendencia nacionalista ante la tutela inglesa. Adoptaron los colores del Prócer José Artigas. La camiseta sería roja, con cuello, puños y bocamanga azules. Fiel a su característica, los socios fundadores fueron todos criollos.
Acerca del papel fundamental de Vásquez Acevedo, Domingo Prat, futuro cirujano, recuerda que cuando jugaban en la calle Piedras “con pelota de trapo, rompiendo botines y pantalones de vestir, el rector “nos miraba desde el balcón y nos alentaba en nuestro entusiasmo”.
En abril de 1899 Albion inauguró su cancha en el Paso Molino, sobre la Avenida 19 de Abril. La mudanza le quitó influencia sobre el emporio futbolero por excelencia, el de Punta Carretas, que había abandonado. Se acercaba la decadencia del primer club de fútbol, acrecentada por el nacimiento nacionalófilo.
Por gestión de Juan Cat, gerente de la empresa tranviaria, se concedió a la institución tricolor dos piezas para usar como vestuarios en la estación, en un antiguo edificio de paredes de piedra, en donde antes había funcionado un saladero, al decir del historiador Juan Pivel Devoto, “un viejo fortín español, levantado de piedra de sillería en el cruce de las actuales calles Ellauri y Tabaré … comodidades utilizadas posteriormente como estación del Tranvía del Este”. Otra vez las vías unidas al éxito del fútbol en el Uruguay. No sería la última…
El equipamiento del lugar era muy pobre. Un par de bancos largos para cambiarse, y unas palanganas para lavarse. Cuenta el periodista Dionisio Alejandro Vera (Davy) que “El agua se sacaba de un pozo que existía en el patio central de la terminal tranviaria”. La cancha en sí estaba aproximadamente en donde había funcionado el Hipódromo del Este y en donde se construyó en 1910 la Cárcel Penitenciaría, transformado en Shopping en 1994.
Se acercaba el último año del siglo, y era evidente que en los talleres, en las oficinas, en los bares, en las esquinas y en las aulas universitarias el fútbol ya se había impuesto. Entre los que trabajaban horas y horas en condiciones infrahumanas y entre la “jeunesse doreé´” (juventud dorada) que integraba un extracto social superior.
Era necesario institucionalizarlo, nucleando a los equipos que practicaban un deporte que día a día ganaba más adeptos. Sistematizar torneos y unificar reglamentos. Un grupo de pioneros lanza el desafío. Nace la “Liga”.
La “apropiación” del juego
Enrique Lichtenberger propone el 12 de febrero del 1900 en una reunión en su club que se impulse la formación de una liga, invitando al C.U.R.C.C., el Uruguay Athletic y el Deutscher.
Finalmente el 30 de marzo, en las oficinas de la Compañía de Seguros “The Sun” en el número 65 de la calle Solís, de la cual era gerente Lichtenberger, quedó constituida la que entonces se llamó “The Uruguayan Association Football League”, que integraron los cuatro clubes que habían iniciado el breve proceso. Pedro Chater, del equipo aurinegro, fue electo presidente, jugándose la primera Copa Uruguaya a partir del 10 de junio, resultando campeón el equipo de Peñarol. No estaba Nacional entre los fundadores.
El nombre de aquella primera liga demuestra la influencia que aún tenían los británicos en la conducción del deporte. No era extraño escuchar hablar en inglés en los pasillos de la sede de Sarandi 179, primera de la “League”.
El 25 de mayo ocurre un hecho trascendental, y es la inauguración del primer escenario futbolístico importante del país, que era anunciado pomposamente como el Gran Parque Central. La compañía del tranvía a la Unión y Maroñas había hecho construir esa cancha para los marineros de los barcos que llegaban a la bahía. En realidad eran dos: una con entrada por Camino Cibils (hoy Jaime Cibils), y la otra, más grande, con ingreso sobre la Avenida 8 de Octubre.
También en ese 1900 se produce la primera participación de los clubes de la “Liga” en un torneo internacional. La Copa Competencia imitaba a su similar inglesa, y se trataba del enfrentamiento entre clubes del Río de la Plata. Había sido una creación del presidente de la liga del país vecino, Francois Chevallier Boutell, apoyada por “Percy” Chater, su colega uruguayo, ambos hermanos masones de la logia del rito escocés e interesados, al decir de Eduardo Gutiérrez Cortinas y Enrico Licciardi, en impulsar “la difusión masiva del fútbol a nivel popular y apostando a su acriollamiento inevitable”.
En agosto de ese año, en un ardoroso partido con alargue, Albion venció al C.U.R.C.C. en la eliminatoria uruguaya, con gol de Poole. Pero Belgrano venció al equipo azulgrana en la semifinal, resultando a la postre el campeón.
Uno de los acontecimientos más trascendente desde el punto de vista histórico es la disputa del primer clásico del fútbol uruguayo. El 15 de julio de 1900 en el Parque Central los aurinegros vencieron por dos a cero a los tricolores.
En los primeros años del siglo XX, el fútbol ya estaba impuesto en la sociedad uruguaya. El proceso de “apropiación” del juego excede el objetivo de este trabajo, que era demostrar la importancia de la presencia inglesa en la introducción de una pauta cultural fundamental en la conformación de nuestra identidad.
Fuente: Presencia inglesa en el Uruguay a través del fútbol
Prof. Alejandro Giménez Rodríguez
Al Pie de la Mralla
narapa@hotmail.com
Bibliografía
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• Buzzetti, José Luis y Gutiérrez Cortinas, Eduardo- “Historia del Deporte en el Uruguay
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• www.auf.org.uy