FUTBOL OFI|EDITORIAL Desde Rivera Eduardo Mérica|FUTBOLURUGUAYO.UY|09.02.2016|22:48:00
No paran de llorar desde que escucharon el pitazo final las chiquilinas de Sarandí. La sentida imagen proviene de las futbolistas riverenses tras el tristísimo final de campeonato no organizado por la Organización del Fútbol del Interior de Uruguay, más bien, «armado»a su gusto por la intocable funcionaria del organismo chacarero, dueña absoluta del espectáculo.
A la señora Martha Costoya no se le movió un pelo ante el panorama que vio al final del partido, de almas desconsoladas y tiradas en el suelo, hablamos de adolescentes de 15 y 16 años de edad, las que no podían entender lo que les hizo el pésimo arbitraje elegido en un cuarto del primer piso de la sede de la OFI, para dirigir la finalísima a nivel nacional de fútbol femenino. Para que tengan una idea: A las siete y media de la tarde empezó el encuentro, y cuando nos pusimos a escribir esta primera crónica, vimos que nuestro reloj marcaba las once y diez minutos de la noche, y todavía en el Parque Pedro Maciel, con importante presencia policial solicitada de urgencia, no bastó como seguridad para que la cuaterna arbitral femenina y también el plantel campeón de Palmirense, por lo menos, pudieran asomar alguna cabeza para mirar si los ánimos caldeados habían bajado en la zona del estadio. Mientras seguían llegando móviles policiales para tratar de disuadir y separar a las hinchadas de ambos equipos, proteger a los espectadores, a los actores de una final polémica que nos parece le está dando la espalda en pleno desarrollo al jovensísimo fútbol femenino chacarero.
Mientras seguimos escribiendo lo que vimos y nos hicieron vivir los verdaderos dueños de la Organización del Fútbol del Interior, por ausencia de los consejeros del Ejecutivo, podemos tejer infinidad de conjeturas, que se irán disipando con las imágenes que logramos con la cámara del Chango Chalela, y que estamos en condiciones de difundir, aunque nos quedamos por ahora en principio con los que nos decía con lágrimas en los ojos un directivo local con cierta resignación ante nuestra presencia. Concluía: «Es lamentable, pero ya no se puede ir con la familia a ningún lado». Su temperamento en ese momento nos mostró como un sello lo violento que está todo. A esto hay que agregarle todo lo que se sembró desde la sede de la OFI en Montevideo, previo a esta final entre Sarandí y Palmirense, cierta confusión en la fijación de los detalles de la fiesta deportiva.
Pero el verdadero punto crítico fue la derrota que le aplicó el arbitraje de mujeres designadas por la propia OFI.
Porque la cuarta árbitra fue la que se robó el protagonismo. Eso fue claro y más evidente desde el comienzo del segundo tiempo cuando la relación arbitral desde afuera de la cancha hacia adentro, fue descubierto por testigos, entre ellos, algunos colegas que vieron que el trámite del juego entró en una zona de turbulencias, y como para alimentar aun más el fuego, los errores empezaron a multiplicarse lo que nos dio la visión más creíble del caso, que se resumiría en una serie de cobros inverosímiles que perjudicaron mayormente al local Sarandí y que provocaron al final los minutos más largos de pánico absolutamente desprotegido, sin guardia policial, a cambio de ello, tres guardias de seguridad privada, de los cuales uno era mujer. Escupitajos, piñas, insultos, empujones y todo escasamente escoltado por un voluntarioso grupo de allegados de los dos clubes, que no pudieron parar el caos.
Si alguien hubiera sacado un arma habría asesinado a cualquier persona sin prácticamente ningún obstáculo. Una locura, un despropósito, un desatino. ¿Adónde estaban los supuestos agentes del orden para esta final?. Todos adentro del campo de juego y fuera de él cuidando de que no se produjeran nuevos incidentes con las enardecidas y pequeñas hinchadas.
Hasta vimos futbolistas tendidas en el suelo, otras libradas a su suerte en medio de una turba que pedía poco menos que el inmediato linchamiento de alguien como trofeo. A todo eso, nos seguíamos preguntando otra vez: ¿Adónde estamos, hacia dónde nos dirigimos, vamos para algún lado que no sea la autodestrucción y el suicidio del fútbol? Entre tantas voces que se elevaron, siempre importan más las de mayor peso específico.
El presidente de Sarandí le marcó a la cuaterna arbitral sus enormes errores y los perjuicios que trajo ello para el resultado final del partido. Pareciera que las palabras de la dirigencia de la OFI, no hacen eco por ningún lado para poner fin a los desastres en las canchas chacareras. Lo que ocurrió el sábado 6 de febrero de 2015, en el Parque Pedro Maciel de Rivera, fue sencillamente aberrante. Puso los pelos de punta a mucha gente los momentos desgarradores que se dieron, especialmente, en cercanías de los vestuarios de las visitantes y de las árbitras, donde se vivieron horas de tremenda angustia en la cancha de Peñarol. Un suscinto repaso por los hechos ocurridos en Rivera, produce escalofríos. Peleas, una batalla campal entre mayores que envolvía a jóvenes futbolistas, heridos y heridas, policías, patrulleros, ambulancia, hospital. Palabras que las crónicas deportivas se emparentan cada vez más en cada lugar donde se juega por una copa de la OFI. ¿Es este el fútbol que queremos? Las voces son variadas… Por lo pronto, las de mis hijas que me acompañaron para ver por primera vez un partido de fútbol femenino, en una instancia como la que relatamos, me señalaron:«Papá, no venimos más».