COSAS DE LA CUARÓ/ Desde Rivera Roberto Beto Araújo para Diario Uruguay.
Era una cálida tarde otoñal de un lejano 19 de abril de 1928, los Olímpicos celestes campeones en Colombes en el 24, y prestos a partir rumbo a Amsterdam , ingresaron a la vieja cancha de Oriental recientemente inaugurada frente a una multitud de fronterizos que abarrotaban contra el alambrado. Antes de seguir con lo que pasó después, y la coronación celeste por segunda vez de campeones olímpicos, donde le ganamos a la Argentina, y se inmortalizó la mítica frase del Tito Borjas a Scarone “Tuya Héctor”, es bueno recordar que casi que no fuimos por falta de plata.
Y fue así cuando un grupo de deportistas inició una campaña para colectar el dinero que faltaba para propiciar el viaje, y fue entonces que de todos los pagos orientales, fue Rivera el que mas aportó en la colecta, por lo que la Federación Nacional decidió que desde entonces Rivera podría usar la misma casaca celeste del Seleccionado Nacional.
Fue don Atilio Paiva Olivera quien recibió de manos del capitán la sudada casaca, la que luego se convertiría en la Celeste del Norte.
Y fue en aquella cálida jornada de un lejano 19 de abril de 1928, que los Olímpicos nos visitaron, y de manos de su Capitán José Nasazzi, fue entregada una camiseta (no un juego) la misma que había sido utilizada por él propio en la final del 24, como adelanto de la autorización para que desde entonces la selección local pudiese usarla en los torneos Oficiales.
Fue don Atilio Paiva Olivera quien recibió de manos del capitán la sudada casaca, la que luego se convertiría en la Celeste del Norte.
Aquella tarde Rivera jugó con una camiseta Blanca, y fue recién meses más tarde en un encuentro contra Tacuarembó cuando Rivera usaría por primera vez la Celeste que lo identificaría por décadas, aunque ahora medio que desteñida por magros resultados, producto de pésimas administraciones, pero que no eclipsan las glorias de un pasado esplendoroso.
Un par de semanas después, en un confuso episodio frente al Club Uruguay, Atilio Paiva Olivera era asesinado, y cuentan las crónicas que en medio de la conmoción de su sepelio alguien depositó en su ataúd aquella casaca que había capitaneado Nasazzi en los campos de Francia, en el primer lauro de porte mundial que galardona la historia del fútbol nacional.
Por eso no es menor señalar, recordar y memoriar, que la casaca del Capitán Celeste duerme eternamente entre las cenizas del suelo fronterizo.